En primer plano se observan los dos buses que se utilizaron para traer los rehenes de la aeronave hasta la terminal y la ambulancia de la Cruz Roja utilizada en las misiones de apoyo durante las horas del secuestro. (Foto: Diario El Pueblo)
Finalmente, con la pista despejada, el pequeño jet con los secuestradores a bordo rueda por la pista y cruza por la paralela Bravo hasta alcanzar la cabecera 01 de donde despega a las 14:46 con destino a la isla de San Andrés, donde fue reabastecido de combustible y continúo hacia Cuba donde descendieron los secuestradores del avión poniendo fin al episodio.
Hay que destacar la valentía de la tripulación del avión HK-2485 que aceptó esta misión sin saber a ciencia cierta para donde se dirigían. Los tripulantes de cabina eran el Capitán Carlos Espinosa y el Mayor Eduardo Pinzón. Cuando salieron de Cali, la tripulación estaba convencida que se dirigían a Panamá y luego a México. Recuerden que los secuestradores pidieron cartas de negación Jeppesen para Centroamérica. En Panamá no les fue autorizado aterrizar, por lo que decidieron seguir a ADZ como alternativa para tanquear. Además tuvo que haber un acuerdo previo para que el avión fuera autorizado para ser tanqueado y autorizado a decolar de ADZ sin interferencia del Ejército. En ADZ se enteraron que su destino era efectivamente La Habana. El avión aterrizo con los 9 secuestradores, ocho hombres y una mujer, en el aeropuerto “José Marti” a las 11:30 de la noche hora local. Fueron recibidos por las autoridades y los secuestradores fueron recogidos en un bus, mientras los tripulantes eran llevados al terminal de pasajeros. En ese entonces el 90% de los secuestros aéreos terminaban en Cuba, donde los recibían sin ningún reparo. El Capitán Pinzón en tono jocoso comentó que “la mayor fuente de turismo que tenia la isla eran los secuestros”.
El avión fue autorizado para regresar a Colombia al día siguiente.
Otro tema que se trata es que el Gerente propietario de AEROTAL Víctor Manuel Ferrucho negó que la compañía planeaba entablar una demanda al Estado o al Ejército por los daños causados a la aeronave. Efectivamente la aeronave sufrió graves daños al plano derecho, al tren de aterrizaje, más los agujeros de las balas en la cabina de mando y el fuselaje. Las pérdidas económicas a la compañía serian millonarias mientras la empresa IAI (Israel Aircraft Industries), que tenía el contrato de mantenimiento, reparaba el avión en un término no menor a seis meses.
Este incidente causo un perjuicio económico enorme a la compañía que ya demostraba la debilidad financiera que empezaba a sufrir. La aerolínea sobrevivió solo hasta finales del 83.