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Isleña de Aviación S.A - Isleña
El secuestro aéreo más largo de Colombia

El 29 de mayo de 1982 ocurrió un nuevo accidente; esta vez fue en el Bandeirante HK-2743. El avión estaba al mando del capitán Jairo Fernández, cuando se dirigía de Barranquilla a Corozal. A menos de dos minutos de decolar, el aparato con plan de vuelo visual, combustible para tres horas, con cinco pasajeros a bordo, dos tripulantes y 600 libras de equipaje, colisionó con un avión de combate T-33 de la Fuerza Aérea Colombiana a una altura aproximada de 1.500 pies. El impacto le causo al Bandeirante la rotura del estabilizador vertical. Gracias a la pericia del piloto, el avión de Tavina logró hacer un acuatizaje forzoso sobre la Laguna de Malambo. Ninguno de los siete ocupantes a bordo sufrió lesión alguna. Entre los pasajeros se encontraba el conocido escritor Manuel Zapata Olivella, quien junto con el resto de ocupantes del avión fue rescatado por humildes pescadores de la zona. El avión de la FAC aterrizó sin novedades en el aeropuerto de Barranquilla con un golpe de consideración en uno de sus planos. Este incidente, en donde dos aeronaves en vuelo, una militar y una civil causó una gran polémica por la falta de comunicación entre el Centro de Control de Barranquilla y las instalaciones de la Base Aérea que opera en ese mismo aeropuerto. Por fortuna no hubo una tragedia que lamentar. En septiembre de 1982 se recibió un nuevo Bandeirante, el HK-2878, para reemplazar la unidad perdida en Malambo.


Embraer 110 Bandeirante en el Ernesto Cortizzos
Foto: Jaime Escobar

Para septiembre de 1983, a diez años de iniciar operaciones, se contaba con una flota compuesta por cuatro aviones DHC Twin Otter y un Metro II y casi 100 empleados. La Dirección de Operaciones estaba a cargo de Ítalo Cianci y se operaban diariamente quince rutas a diferentes poblaciones y ciudades capitales de la Costa Atlántica, prestando un servicio puntual y seguro a la población costeña. Las rutas desde Bogotá habían sido abandonadas y nuevamente se había concentrado la operación entre las principales ciudades de la Costa Atlántica. Entre el selecto grupo de pilotos que laboraban en la empresa, se destacaban Jairo Fernández, Fernando Palacios, Gregorio Salcedo, Gabriel Solano y el Jefe de Pilotos Ramiro Galindo. Entre los funcionarios de la compañía estaban Jorge Bohorquez, Guillermo Lara y Jorge Manuel Arenilla y como Director Comercial, David Velásquez. Las instalaciones de la compañía estaban localizadas en el Grancentro en el elegante barrio de El Prado en Barranquilla.


Twin Otter en las instalaciones en el Ernesto Cortizzos
Foto: Jaime Escobar

Dentro de los nuevos planes para ese entonces estaba la inauguración de una nueva ruta entre San Andrés y Providencia con base fija en la isla. Una aeronave permanecería en San Andrés para servir tanto a los isleños como a los turistas que deseaban trasladarse a Providencia en pocos minutos y a tarifas bajas. Se centralizó la actividad de reserva de pasajes con el fin de prestar un mejor servicio a los usuarios. De igual manera se estableció a partir de octubre de 1983 el servicio de operaciones nocturnas de entrega de paquetes y correspondencia entre las ciudades de Bogotá y Barranquilla en aviones propios. A través de la compañía Aeroejecutivos, filial de Tavina y manejada por don Evelio Arroyabe se ofrecían servicios especiales de transporte de pasajeros a las empresas multinacionales radicadas en Barranquilla y encargadas de la explotación de las reservas carboníferas de El Cerrejón en el departamento de la Guajira.


Imagen: Jaime Escobar

El 27 de Julio de 1984 ocurrió un nuevo incidente. Un avión Britten-Norman Islander con matrícula HK-2822X de propiedad de Aeroejecutivos y al servicio de Tavina se precipitó a tierra cuando se aproximada al aeropuerto de Providencia procedente de San Andrés. Al parecer la aeronave alcanzo a rozar una vivienda en la etapa de aproximación y cayó cerca del umbral de la pista. En esta ocasión tampoco hubo víctimas que lamentar.

Poco tiempo después, haciendo una evaluación del desempeño de la aerolínea y la poca posibilidad de mantener financieramente la sociedad, los socios de Tavina decidieron suspender todas las operaciones y resolvieron disolver la empresa a mediados de 1985.

Trece años después de ocurrido el accidente del Bandeirante en Malambo, en Julio de 1995, el Concejo de Estado condenó a la Fuerza Aérea Colombiana, a la Aeronáutica Civil y al Ministerio de Defensa a pagarle a la compañía de protección privada un total de $1.800 millones de pesos. La Compañía Mundial de Seguros, demostró ante la justicia contenciosa que el accidente del avión de Tavina, se debió a las fallas en que incurrieron miembros de la FAC, la Aerocivil y el Ministerio de Defensa. La firma reclamó a la Nación los perjuicios ocasionados por una aeronave de combate de la FAC a otro aparato de pasajeros, amparado con una de sus pólizas que lo protegía contra todo riesgo en vuelo, carreteo y tierra hasta por $1’800.000 dólares.

A juicio del Consejo de Estado, la Nación debía hacerse cargo de los errores cometidos no sólo por los pilotos oficiales sino por las conductas imprudentes del personal encargado del manejo del tráfico aéreo. De acuerdo con la sentencia, el piloto del aparato de combate incurrió en un error de conducta, pues desatendió las pautas acordadas con el controlador de la torre para emprender el aterrizaje militar. Cuando se comunicó llevaba una altura de 3.000 pies. Sin embargo, según el fallo, ninguno de los dos pilotos sabía de su presencia a la hora de comunicarse con la torre de control.

A través del informe que publicó la Aerocivil, quedó plenamente establecido que el operador de la torre de control no le comunicó al Tavina que se aproximaba un avión a chorro de la FAC, dice la sentencia. Consideró esa omisión muy grave por parte del operador ya que en todos los manuales de tránsito aéreo la torre está obligada a comunicarle al avión que se aproxima al aeropuerto, la cantidad de aviones que están dentro de su control y la torre , dice el testimonio de un investigador, recogido en el fallo. Pese a la colisión, no hubo víctimas. El piloto de la nave comercial acuatizó en una ciénaga. Sin embargo, según el concepto de los técnicos, salía más económico comprar otro avión que reparar el destrozado. La compañía de seguros hizo efectiva la póliza en su totalidad, pero debido a los errores de los controladores y el piloto de la FAC, demandó luego a la Nación. Los consejeros concluyeron que el siniestro se produjo por fallas no sólo de los controladores al no guiar a los pilotos debidamente sino por la imprudencia de quien tenía a su cargo el avión de combate de la FAC. Era la primera vez que una compañía de seguros le ganaba a la Nación un pleito de tal cuantía, en los estrados del Consejo de Estado.

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