Nació entre aviones; su padre: funcionario de la aviación. En su infancia, de hobby, pasaba el tiempo entre talleres aeronáuticos. Hoy este hombre de amplia calidad humana, conversador ameno y poseedor de numerosas e interesantes historias, nos cuenta algo de sí mismo. Pionero de la aviación naval colombiana, experto fotógrafo aéreo. Es Jaime Borda.
Antes de ingresar en 1958 a la Escuela Naval de Cadetes de la Armada Nacional, Jaime Borda ya conocía sobre aviación. Había visto aviones fumigadores, había volado en monomotores y en cargueros. Ya en la Escuela, su intención apuntaba a hacer algo que tuviera que ver con la aviación dentro de la Armada Nacional. Algunos esfuerzos sin éxito para concretar esta idea, conversando con oficiales de la Fuerza Aérea Colombiana, terminaron por trazar su rumbo a Medellín sin haberse graduado como oficial naval.
La Escuela Popular Antioqueña de Aviación ESPADA, y la suerte de haber ganado la lotería, se unieron para que pudiera completar su curso como piloto en 1959. Allí comenzó con sus tareas de fotografía aérea, con labores de publicidad aérea y con vuelos de traslado de aeronaves.
Los llanos fueron su siguiente parada, pero no logró adaptarse y regresó a su costa caribe natal. Se alejó de la aviación durante un tiempo y así llegó en el año 1969 a la fría capital del país. El Aeroclub de Colombia lo recibió, Aerocentro sirvió como su escuela de repaso y empezó a volar activamente en la Patrulla Aérea Civil de Bogotá.
“Empecé a volar en todo y a regalarme para cuanto vuelo se presentara de ayuda, de búsqueda y de rescate. Allá en Bogotá volé paracaidistas, entrené pilotos en Cessna 206, en Cessna 182, iba a todas las misiones a La Guajira, a los Llanos, al Pacífico, y tomé la decisión de venir a la costa a las operaciones ‘Halcón Vista’, porque el Almirante Eduardo Meléndez me invitó con un grupo de aviones”. Así relata el capitán parte de su vida en Bogotá y cómo empezó a gestarse su labor como pionero de la aviación naval colombiana moderna.
Las operaciones ‘Halcón Vista’ se desarrollaban como misiones de entrenamiento naval en ejercicios de guerra simulados con participación de buques de guerra de diferentes países y en la zona del Mar Caribe.
Ahí se marca el comienzo de un proceso que lideraría durante varios años y que sería la génesis de la actual moderna aviación naval colombiana.
En instrucción de vuelo de helicóptero en Guaymaral.
Volando sobre el mar
Las primeras operaciones conjuntas entre aeronaves de la Patrulla y buques de la Armada Nacional fueron básicamente de transporte. Al poco tiempo comenzaron otro tipo de vuelos enfocados en patrullajes navales y finalmente se coordinaban ya misiones con personal de la Armada a bordo de los aviones. El objetivo: identificar las posibles rutas de entrada de buques enemigos participantes en el ejercicio.
El Capitán Borda recuerda: “Nos daban un briefing el día anterior, nos asignaban unas áreas en la costa y nosotros hacíamos patrones de búsqueda en el mar detectando e informando toda clase de embarcación que estuviera en movimiento y dando un perfil de la embarcación. También transportábamos gente entre Cartagena, Coveñas, Barranquilla, Turbo y Santa Marta”.
De 10 aviones iniciales pasaron a 48 aeronaves provenientes de distintas patrullas civiles y todo un andamiaje se fue fortaleciendo para cada ejercicio. En conjunto con aviones de caza F-86, de patrullaje y transporte Catalina, y de ataque y bombardeo B-26 de la FAC; los aviones civiles realizaban sus misiones encabezados por Jaime Borda desde bases en La Guajira, Santa Marta, Barranquilla y Turbo.
El éxito de estas misiones se vio reflejado en varios hechos. En una ocasión, una piloto civil, Beatriz Montoya, Volando un Piper Pa-22 Tripacer entre Turbo y Coveñas, reportó una embarcación de turismo con mujeres semidesnudas encima de la cubierta. La embarcación fue interceptada y resultó ser el buque enemigo. “La participación civil fue definitiva. El Almirante Meléndez decidió que era importante que participaran las patrullas. Desde esa época empecé a impulsar la creación de una seccional de la Patrulla en Cartagena y en 1972 fundé la Patrulla Aeronaval de Cartagena”, nos comenta el Capitán.
A bordo de un avión de la Patrulla Aeronaval de Cartagena
Aeronaval
La Patrulla Aeronaval de Cartagena fue una entidad civil sin ánimo de lucro que prestaba servicios de ayuda a la Gobernación, Alcaldía y Armada Nacional. Jaime Borda presentó la posibilidad de crear una escuela de aviación para formar pilotos navales dentro de la Patrulla y, gracias al apoyo del Almirante Benjamín Alzate, organizó una junta directiva mixta entre civiles y personal de la Armada y, luego de trámites ante la autoridad, creó la Escuela de Aviación de la Patrulla Aeronaval de Cartagena. De ella fue director por 13 años y dio instrucción de vuelo a civiles y miembros de la Armada.
“Sufrimos mucho, sin dinero, recibiendo ayuda de mucha gente. Aeroleaver fue clave. Aerocentro fue clave. Carlos Nivia y Gustavo Nivia; muchas personas fueron importantes para nosotros. Ahí se inicia la Escuela de Aviación”. El largo proceso fue gratificante para Jaime Borda quien durante 37 años ayudó a la Armada Nacional sin recibir un sueldo. “Le dediqué tiempo, pero me gustaba hacerlo. Volaba, que era mi pasión”, recuerda.
Como copiloto de un avión S-3 Viking de la Armada de los Estados Unidos.
Con la disolución, en su momento, de la Escuela de Aviación Naval, Borda se mantuvo en contacto con la Aviación Naval sirviendo a los recién graduados pilotos para “navalizarlos”.
Voló más de 200 horas en Boeing-Stearman PT-17, también lo hizo en bimotores y en anfibios, se entrenó para jalar letreros con un Cessna 152 haciendo publicidad aérea. Allí alcanzó cerca de 2.300 horas voladas durante cinco años y sin sufrir ningún percance. Hay que tener en cuenta que la operación de publicidad aérea jalando letreros requiere de un tipo de conocimiento especial para poder operar de manera segura la aeronave, el equipo publicitario y desarrollar el vuelo adecuadamente para que el mensaje sea efectivo.
Los largos vuelos de publicidad terminaron llevándolo a aprovechar el tiempo en el aire haciendo fotografía aérea. Rudolf Schrimpff, el destacado piloto y fotógrafo aéreo, le ayudó a perfeccionarse en un arte que le permitió publicar varios libros de imágenes aéreas: ‘“Cartagena a ojo de alcatraz”, Cartagena Industrial”, “Cartagena de Indias y su Puerto”, “Plaza de Toros de Cartagena de Indias”, “Cartagena de Noche”; entre otros.
Un piloto naval
Volar sobre el mar es diferente, se necesita entrenamiento, familiarización y conocimiento del mar. “Lo hacíamos especialmente a baja altura y, en esa época, sin radioayuda, únicamente reloj y brújula. Debíamos estar controlando tiempos, rumbos, corrigiendo, mirando la mareta (movimiento de las olas del mar) que te dan la intensidad, más o menos, del viento. Cuando se vuela con bruma a baja altura y se hacen virajes, se corre el riesgo de una barrena o de desorientarse espacialmente. Lo que hacíamos era entrenar a los pilotos para esos vuelos, para buscar buques, náufragos y embarcaciones. En los helicópteros aprendimos a volar a los buques, a aterrizar en los buques y a hacerlo nocturno”. Así relata el Capitán Jaime Borda otra parte de su amplia experiencia en operaciones de vuelo sobre el mar, muchas de ellas también al comando de aeronaves de ala rotatoria.
A bordo de un avión Enaer T-35 Pillán chileno
Volando en otras épocas
La consigna era ‘ver para creer’. “Teníamos que conocer el piso muy bien. No hacíamos rutas directas, las hacíamos pasando por pueblos o zonas con pistas. De Bogotá a Cartagena pasábamos por encima de Velásques, Barranca y ‘radio-río’ hasta encontrar Barranquilla y Cartagena. La diferencia con hoy es que aparecieron todas las facilidades de navegación y ya no es necesario mirar el piso. Yo todavía lo miro y, si vuelvo a volar, lo voy a volver a mirar”.
El sentimiento a la Aviación Naval
“Me siento orgulloso por haber puesto un grano de arena que dio las bases. Segundo: me preocupa que no se haya desarrollado con la velocidad que esperaba que se desarrollara. Creo que los últimos comandantes han hecho un gran esfuerzo para traer nuevos aviones, nuevos helicópteros. Para mí, la Aviación Naval tiene que tener el componente de patrullaje, el de asistencia en helicóptero, y una rama de helicópteros de guardacostas, además de los usados para orden público”.
Esta es una corta historia sobre una larga vida como otro de los pioneros de la aviación en Colombia. Jaime Borda continúa con su pasión: “Me dediqué a hacer lo que me gustaba: volar cómo un pájaro, ayudar a nuestras Fuerzas Armadas, a nuestra Gobernación, a nuestra Alcaldía. Yo hice saltar a Pacheco en paracaídas en Bogotá para recoger fondos para la Defensa Civil. Así conocí el país, comí toda clase de comidas, con un grupo de personas increíbles. Volar para servir y disfrutar es lo mejor que se puede hacer”.
Agradecemos al Capitán Jaime Borda por su amabilidad al concedernos una entrevista.
Como tripulante de helicóptero naval colombiano.