- Tipo de viaje: personal/familiar.
- Fecha: septiembre 2016.
- Duración del viaje: 1 semana.
Este viaje a Turín surgió realmente de manera inesperada. Había solicitado juntar los últimos 5 días libres de septiembre con los primeros 3 de octubre para un viaje familiar que tendría como destino Tennessee, en Estados Unidos. Sin embargo, por motivos de fuerza mayor, se tuvo que cancelar.
Así las cosas, y sin la posibilidad de viajar con mi esposa y nuestra hija, decidí emprender el viaje solo hacia Turín y convertirlo en unas vacaciones cortas para visitar a mi hermano, quien había vivido en Italia por más de 7 años y acababa de conseguir trabajo en Francia, razón por la cual se iba a mudar a dicho país desde noviembre. Así que, sin conocer Italia ni haber podido ir nunca a visitarlo durante ese tiempo, decidí que era la oportunidad perfecta (y la última en esas condiciones) para conocer Turín y compartir con mi hermano su vida en Europa. Esto aprovechando además que no se requería de mi parte ningún trámite de visa adicional, por la reciente eliminación (en ese momento) para colombianos del requisito de visa Schengen (lo que también me permitía planear el viaje sin tanta antelación).
Con tan solo una semana de anticipación me puse a la tarea de organizar el viaje. El itinerario se ajustó de la siguiente manera (todas las horas son locales en la ciudad de origen/destino):
Vuelo AV026, Bogotá – Madrid, domingo 25 de septiembre.
Saliendo 1420.
Llegando 0710.
Saliendo 1010.
Llegando 1215.
Saliendo 2120.
Llegando 2350.
Saliendo 0920.
Llegando 1220.
El trayecto de ida lo planeé en el vuelo 026 de Avianca porque, desde mi punto de vista, permitía ajustarme de manera más rápida al horario europeo (como efectivamente sucedió). Además, me daba la posibilidad de tener alrededor de 3 horas para hacer el proceso de inmigración, tomar el metro subterráneo del aeropuerto de Madrid hacia la T4 y tomar el avión que me llevaría a Turín, permitiéndome llegar al mediodía y aprovechando la tarde para descansar y quedar de una vez ajustado al horario europeo.
El vuelo Bogotá – Madrid fue un vuelo tranquilo en general y la mejor parte fue que logré dormir alrededor de 2-3 horas justo antes de finalizar el trayecto, lo que me recargó de energías para el resto del viaje (que en horario colombiano iba a ser durante toda la madrugada).
Al llegar a Madrid el proceso de inmigración fue muy rápido y prácticamente no me preguntaron nada. Yo había llevado impresos todos los itinerarios de vuelo y la carta de invitación junto con varios documentos de mi hermano, sin embargo, la única pregunta que hizo la oficial de inmigración fue “hacia dónde me dirigía”. Ni siquiera me preguntó duración de la estadía.
Habiendo completado este proceso, me dirigí a tomar el tren que va desde la T4 Satélite (donde opera Avianca) hasta la T4, terminal donde debía tomar mi vuelo a Turín.
¿Identifican mi vuelo?
El ingreso a la T4 fue sencillo y el filtro de seguridad no tuvo mayores complicaciones. Tenía todavía 2 horas para el vuelo a Turín, así que aproveché para desayunar, tomar un café y prepararme para el siguiente trayecto.
Faltando una hora para el vuelo me dirigí a la puerta de embarque y esperé el avión. Cuando faltaban alrededor de 20-30 minutos llegó el personal de Iberia y nos dijeron que en el avión solo se podía llevar los morrales muy pequeños y que el resto de maletas se enviarían por bodega. Esto es un procedimiento normal puesto que el avión que serviría la ruta era un CRJ-900, con una cabina pequeña y espacio muy reducido en los bins.
Abordé el avión, entregué la maleta antes de subir y me acomodé en la silla. Me había tocado una silla de pasillo, sin embargo quedaron algunas libres así que me cambié un par de filas más atrás para poder ir en ventanilla y tener la otra silla para ir más cómodo. En términos generales, el CRJ me pareció un avión cómodo para el tipo de ruta que cubre y el “pitch” (espacio entre sillas) me pareció adecuado.
Luego de un inconveniente con el pago del bus (¡casi me bajan! – los italianos empezaban a mostrar su carácter, 😛 ), finalmente estaba camino a Torino.
Desde el bus, de inmediato empieza uno a sentir esa sensación tan reconfortante y misteriosa que genera el viajar. Una sensación de inseguridad y expectativa a lo desconocido pero que a la vez es placentera y te hace sentir vivo y afortunado. Desde el bus podía ver toda esa arquitectura tan diferente, las casitas, los grandes prados, las calles pequeñas y los callejones, los carros tan diferentes, las vías, los espacios, la gente. Esa mezcla de antiguo y modernidad. Todo tan diferente y nuevo para mí.
Debía bajarme en Porta Sussa y el trayecto me tomó alrededor de 40 minutos. Porta Sussa es una estación donde convergen varios sistemas de transporte terrestre y ferroviario en Torino. En el paradero estaba mi hermano esperándome.
Volver a ver a mi hermano fue reconfortante también. Durante los últimos 7 años, tiempo en el que había estado viviendo en Italia, nos habíamos visto, si acaso, unas 5 veces y por periodos de tiempo no muy largos. Además, siempre nos habíamos visto en Colombia y nunca en el que era ya su hogar: Europa. Caminamos hasta su apartamento, me ayudó con la maleta y, de inmediato, me hizo sentir como en casa.
Torino me empezaba a cautivar y a mostrar esa maravillosa aura de una ciudad que es una verdadera gema escondida de Italia. Y de Europa.
Mi hermano tenía la fortuna de vivir en el corazón de Torino, justo en el llamado Cuadrilatero Romano, a tan solo 1 bloque de la calle Garibaldi (una vía peatonal que ofrece un recorrido espectacular, lleno de cafés, restaurantes, gelato, tiendas y mucha vida italiana). El apartamento que tenía en renta estaba ubicado en una construcción que en el pasado fue un pequeño palacio de la familia Savoia y esto hace que el lugar tenga un “feeling” especial, una energía particular. Te recibe una enorme puerta de madera y luego entras a un patio en piedra con una pileta en el centro. Hacia la derecha, en el otro patio, están las escaleras hacia el apartamento. Es un segundo piso.
Dejamos las cosas en el apartamento y salimos de inmediato a almorzar. Son alrededor de las 13:30 en Torino (6:30 am en Colombia). Vamos a un lugar cercano y ordenamos un almuerzo típico italiano compuesto de 3 platos. Cuando nos sirven, como buen colombiano, empiezo a mezclar toda la comida y a comer de todo al tiempo. Mi hermano me comenta que los italianos comen en orden y que si uno no lo hace “lo miran raro”. “ 😳 bueno, supongo que me tendrán que mirar raro”, le dije.
Luego del almuerzo mi hermano regresa a su trabajo para el resto de la jornada y yo regreso al apartamento a descansar. Caigo fundido y duermo alrededor de 3 horas.
En la noche, luego de que mi hermano regresa del trabajo, salimos a comer y mi hermano me lleva a probar una verdadera pizza italiana en un lugar llamado Amici Miei (Amigos Míos). En pocas palabras: una delicia. La masa es más delgada y crujiente que lo que acostumbramos en Colombia y el queso e ingredientes frescos y deliciosos. Es quizás el queso el que hace una diferencia tan marcada y hace la pizza italiana tan rica. Además, no es una pizza tan pretenciosa ni exagerada como la latinoamericana, simplemente pocos y frescos ingredientes pero en combinaciones espectaculares.
Durante la caminata pude apreciar los famosos andenes con techo, mandados a construir por el rey para no mojarse. Esto le da un toque especial a la ciudad.
Caminamos de regreso al apartamento y, de nuevo, caí fundido luego de un día bastante largo.
Día 2 – Acostumbrarse al horario europeo y tomársela suave
El día dos me lo tomé con calma. Por un lado porque quería darle tiempo a mi cuerpo de adecuarse al horario europeo sin mayores traumatismos, y también porque tenía un par de cosas pendientes de trabajo que debía terminar (razón por la que además me tuve que encartar con el computador portátil en el viaje). Me desperté alrededor de las 8 a. m. y luego de hacer pereza un rato me preparé un buen desayuno y, por supuesto, una buena taza de café al estilo italiano.
Trabajando en los temas pendientes me dieron prácticamente las 4 de la tarde, hora en la que me alisté y salí a buscar almuerzo. ¡Tarde!
A esa hora no hay muchas opciones de restaurantes con la cocina abierta así que seleccioné uno cerca del apartamento. Se llamaba Savurè. Ordené raviolis de carne con una salsa que no logré comprender bien, pero que según entendí era a base de cerdo. Luego de complacer el estómago, salí a recorrer Vía Garibaldi y las calles de Turín, llenas de recovecos (como cualquier ciudad europea clásica) y callejones, cada uno con una historia qué contar.
Vi de todo: callejones, arcos, pilares, obeliscos, iglesias, edificios antiguos y con arquitectura impresionante, estatuas enormes y pequeñas, cúpulas, torres, campanarios, palacios, arte, monumentos, plazas, parques… y solo llevaba unas cuantas horas recorriendo Turín.
Me encontré con mi hermano en la noche y seguimos caminando y recorriendo la ciudad. Luego nos encontramos con su novia de la época, quien nos llevó hasta Superga, una basílica ubicada en lo alto que ofrece una espectacular vista de la ciudad. Además, el sitio es un lugar de visita obligada para los apasionados del fútbol (dentro de los cuales no califico yo), puesto que en la parte trasera hay una especie de monumento en honor al equipo de fútbol de Turín, quienes perecieron en un accidente aéreo en ese monte en mayo de 1949. Dice la historia que era el mejor equipo de fútbol de Italia pero que luego del accidente nunca volvió a ser igual ni pudo volver a ganar un título importante.
Algunas vistas desde Superga:
El día 2 concluyó con una cerveza y otra buena comida en compañía de mi hermano y su novia.
Día 3 – Mole Antonelliana
El camino me volvió a llevar a Piazza Castello, donde ya había estado el día anterior. Esta vez, con luz de tarde. Aproveché para tomar algunas fotos y para adquirir la tarjeta de Turismo Torino.
Panorama Piazza Catello
Esta tarjeta es un recomendado total para cualquier turista que visite Turín. Permite tener acceso a los museos de la ciudad, y otros cercanos, durante el periodo de tiempo que uno escoja. Hay de 24, 36 y 48 horas. También adquirí un pase de transporte que permite hacer lo mismo y utilizar cualquier sistema de transporte de la ciudad durante el tiempo seleccionado. Finalmente, agregué otro pase de transporte que incluía el trayecto de ida y vuelta hasta La Venaria Reale, el tranvía hasta Superga, ascensor de la Mole Antonelliana y el ferry por el río Po. Todo esto costó tan solo 45 euros. Teniendo en cuenta todo lo que incluía, es un precio realmente favorable. Esto demuestra además que, Turín, a pesar de ser una ciudad extremadamente amigable con el turista, no tiene su principal interés en el turismo, lo que la hace una ciudad con un aura diferente a las demás capitales turísticas del mundo y permite disfrutarla mucho más. Uno no se encuentra con los ríos de turistas por la ciudad y los principales monumentos y lugares turísticos no son tan concurridos, lo que permite que se pueda disfrutar con más calma y aprecio.
Como nota al margen: Turín percibe sus mayores ingresos gracias a la industria automotriz y aeroespacial. Es casa de la FIAT y de Alenia Aeronautica, Thales Alenia Space y Avio. También tienen operaciones otras firmas importantes automotrices como Maserati, Lancia, Alfa Romeo, Sparco, General Motors, entre otras.
Luego de comprar la tarjeta y disfrutar un rato de Piazza Castello, tuve la oportunidad de hacerme en una esquina y tomar algunas fotos.
Caminé durante otros 10 – 15 minutos y llegué al Museo del Cinema, otra de mis paradas del día. Más que por el museo en sí (el cual recorrí aunque no en su totalidad), por la vista que ofrece el mirador en lo alto de la Mole Antonelliana, nombre de la construcción en la que se alberga el museo. La Mole Antonelliana iba a ser originalmente una sinagoga judía, pero fue tanta su exuberancia que la gente de Turín reclamó volverla un monumento abierto al público, y así fue. Hoy en día es el monumento más representativo de la ciudad. Y de verdad que es exuberante…
Para los amantes del séptimo arte, el museo resulta bastante interesante.
Pero yo iba a lo que iba: ¡la vista!
Como me suele suceder cuando me entretengo tomando fotos en sitios turísticos (y pierdo noción del tiempo), seguridad me tuvo que abordar y decirme que ya tenía que desalojar el lugar, 😆 . Caminé de vuelta al apartamento. Esa noche investigué cosas para hacer cerca de Torino y planeé un poco el itinerario de los días siguientes. Teniendo ya la tarjeta de turismo, y los pases de transporte, podía moverme y entrar prácticamente a cualquier museo de la ciudad y alrededores.
Día 4 – Castillo de Rivoli
Decidí ir a Rivoli y visitar el Castello di Rivoli, el cual alberga un museo de arte contemporáneo. Bastante contemporáneo, por cierto (si saben a qué me refiero, 🙄 ). El castillo queda en lo alto de una cima y el camino para llegar es una calle angosta con locales y restaurantes a lado y lado. Muy bonita.
Una vez arriba, esta es la vista del Castillo.
La visita al museo me pareció bastante peculiar. Tres cosas me llamaron la atención: la primera es que realmente, y desde mi punto de vista, hay arte contemporáneo muy pero muy “loco”. Con esto me refiero a que a algunas obras no les encontré sentido alguno y otras simplemente me parecía que desde el punto de vista artístico no tenían tanto mérito – sin ánimo de ofender – (como una especie de estructura de domo construido en metal con unos vidrios rotos pegados sin mucho sentido y pintados con aerosol sin ningún orden). Lastimosamente no pude tomar fotos para explicar mi punto. A algunas obras quizás no les di el tiempo suficiente de análisis o no tuve la sensibilidad suficiente para entender mejor y con mayor profundidad su punto. Eso es lo interesante del arte, es como la música: al que le gusta le sabe y entre gustos no hay disgustos. Fue simplemente una percepción muy personal. Quizás no lo entendí bien y eran obras maestras del arte contemporáneo, pero simplemente comparto mi experiencia y sentir.
Sin embargo, de la primera exposición se puede rescatar un cuarto haciendo alusión al daño que le estamos haciendo al planeta (no lo decía por ningún lado pero fue mi percepción o lo que concluí), con paredes adornadas con millones de hojas secas, una escultura de vías respiratorias (pulmones y tráquea) en el fondo y una escultura como de un ave de dos cabezas hecha solo de chamizos secos de árbol. El cuarto era todo color café. Creo que entendemos el punto.
Lo segundo fue esta obra, la cual me tomó completamente desprevenido y por sorpresa, aumentando aún más el impacto. Había visto una foto en la investigación que había hecho de cosas por hacer en Turín, pero no sabía que estaba justo en este museo. ¿Qué opinan? (Tomé la foto con el celular, sin que nadie me viera, y espero no haber violado ningún tratado internacional, 😯 ).
Lo tercero fue una exposición de videos en el último piso del castillo, del autor Ed Atkins. Fuerte y muy loca. Una especie de renders y animaciones en 3D. Para serles sincero, no le puse mucha atención porque me pareció de entrada bien pesada y bastante impactante (acompañada de sonido muy estridente).
Luego de terminar esta jornada, de la que salí de cierta manera “alterado”, debo decir, por la sorpresa con el caballo y la exposición del último piso (me imagino que, finalmente, eso es precisamente lo que el arte logra o desea, excitar sentidos de una u otra manera), regresé caminando y tomé un pequeño atajo para tener una vista diferente del paisaje.
Luego de regresar al mismo camino por el que había subido, busqué dónde almorzar y la intuición y algunas reseñas de Internet me llevaron a In Famiglia, un pequeño restaurante familiar muy al estilo italiano. En resumidas cuentas: la comida estuvo deliciosa y, de nuevo, como preparada por la abuelita o la mamá. Ordené un risotto blanco (espectacular), el cual me comí muy lentamente para disfrutarlo al máximo, y una carne en tiras como estofada muy suave y sabrosa (con bastante sazón). De postre una copa de helado con chocolate derretido por encima. Todo estuvo delicioso.
Fue momento de tomar el bus de regreso a Turín, cuyo trayecto demoraba alrededor de unos 70 minutos. No sin antes disfrutar de otro espresso italiano.
De vuelta en Turín me bajé en la misma estación de la que había partido y caminé hacia el Museo de la Santa Síndone (o manto sagrado de Jesús). En dicho museo no está el manto sagrado como tal, pero te hacen un recorrido explicándote todos los signos y características del manto. En la parte baja hay un salón con varios elementos, desde cartas escritas hasta fotografías de microscopio de las pruebas que han realizado al manto. Al empezar te dan un aparato de audio que se puede configurar con el idioma deseado y al oprimir el número de la exposición te da toda la información pertinente. Esta visita, para mí, fue bastante especial y fue muy bonito conocer parte de esa tradición católica.
No me podía quedar sin ir al Duomo di Torino, la catedral donde está el manto sagrado real, así que emprendí mi camino hacia ese lugar (había estado el martes ahí pero no había entrado). No sin antes pasar por el famoso Café Al Bicerin, donde se inventaron y sirven una bebida bien particular y muy turinés: el bicerin (pronunciado “bicherín”). Es una mezcla de café espresso, chocolate líquido y crema batida (no dulce) servida en un vaso. La idea es no revolver la mezcla y esto hace que, a medida que uno la toma, vaya probando un poco de cada una de las tres capas en cada sorbo. La bebida es espectacular y si visitan Turín no pueden dejar de ir a este lugar.
Llegué a la catedral para ver el manto sagrado. Realmente no está expuesto a la luz pública pero sí se puede ver el salón en el que está a través de un vidrio. En el salón hay una especie de cajón, en el que está guardado el manto. Aproveché ese rato para tener un momento de oración. Tuve la oportunidad de hacerlo dos veces durante mi viaje, aquí en la Catedral y también en la iglesia de la Consolata. Fue, en lo personal, algo muy bonito de mi viaje.
Perdí un poco la noción del tiempo y al salir me di cuenta de que tenía tan solo alrededor de 12 minutos (según Google Maps) para llegar a tiempo (antes de las 7:00pm) a la Mole Antonelliana, puesto que quería volver a subir a la terraza para hacer algunas fotos que no había alcanzado en mi visita anterior. Tuve que caminar muy rápido y, durante algunos trayectos, trotar y casi que correr para alcanzar a llegar. Sin embargo, lo logré. Recorté el trayecto en unos 2 minutos y llegué justo a las 6:59 pm.
Subí de nuevo al mirador e hice algunas fotografías.
Al terminar, bajé y me encontré con mi hermano. De ahí caminamos a tomar un bus hacia un sector de Turín donde hay varios bares que ofrecen comida gratis en una especie de buffet, como un happy hour, al pagar una tarifa especial por un trago. Los italianos lo conocen como “aperitivo”. Nos encontramos ahí con una amiga francesa de mi hermano y comimos y tomamos algunas cervezas.
Nos quedamos solos mi hermano y yo y de ahí fuimos a otro lugar para conocer un poco la vida nocturna de Turín que, siendo una ciudad universitaria, tiene muchos lugares para tomar cerveza. Caminamos luego de regreso al apartamento, trayecto bastante largo, por cierto, pero que no sentimos gracias al efecto cervecero, 😆 .
Hicimos una parada para comer algo. Un kebab en un lugar bastante concurrido. ¡Me supo a gloria!
Día 5 – La Venaria Reale
El viernes era mi último día en Turín. El plan fue visitar La Venaria Reale, un palacio del siglo 17 que el rey había mandado a construir para sus viajes de caza. Además, hay un museo donde muestran algunas cosas de la vida de ese entonces. Las fotos hablan por sí solas:
Hasta ese momento de mi vida no conocía un lugar similar y el impacto que este salón provocó este día lo han generado pocas cosas en mi vida. Adicionalmente, tiene la gran ventaja que, como les había mencionado, al no ser Turín una ciudad turística en exceso, el salón y en general todo el palacio no se encuentra atiborrado de gente y esto permite, justamente, detenerse a admirar y a disfrutar de la experiencia. Por eso pude aprovechar y tomar las fotos que he compartido en esta lectura, en las que se puede apreciar el salón en todo su esplendor.
A continuación una vista 360° para apreciar mejor el lugar:
Una de las cosas que lamento de este viaje es no haber podido dedicarle un día entero a recorrer el palacio y todos sus jardines y fuentes, ni haber podido tomar más fotos. Es un espectáculo arquitectónico y visual. Dejé esta visita para el último día y el cansancio acumulado no me permitió llegar temprano ni recorrer con calma el lugar.
Como nota al margen, esta experiencia en La Venaria Reale fue muchísimo más provechosa y agradable que la visita al famoso Palacio de Versalles en, Francia, el cual tuve la oportunidad de conocer en 2019. Realmente a Versalles entra tanta gente cada día que la experiencia deja mucho qué desear.
Regresé a Turín, y tomé un bote ferry para navegar el río Po, desde Murazzi hasta el Borgo Medioevale. En el Borgo me bajé y caminé un poco a través de un parque para ir a tomar un bus hacia Monte dei Cappuccini, otra iglesia en lo alto con una vista espectacular del río Po y de Turín en general.
Luego bajé hasta la Chiesa della Gran Madre di Dio, otra iglesia de Turín. Hice algunas fotos en el sector y del río Po y me encontré con mi hermano a eso de las 9:30 pm para comer. Era mi invitación como agradecimiento por su hospitalidad y por hacerme sentir como en casa durante mi visita a Turín.
El lugar escogido fue Tre Galline, un restaurante con comida típica “piemontese”. Yo escogí el menú de degustación, del que destaco unos agnolotti deliciosos, rellenos de carne. Ordenamos también un vino de la región, para acompañar nuestra velada fraterna.
Con esto finalizaba el viernes y mi último día en Turín. El itinerario del siguiente día sería tomar un tren hasta Milán y luego hasta el Lago Como, para después regresar a Milán y tomar mi vuelo de regreso a Madrid en la noche.
Día 6 – Lago di Como y Milán
La madrugada estuvo difícil porque el cansancio acumulado era bastante. Hice maleta, nos alistamos y salimos, corriendo como cosa rara, hacia la estación Porta Sussa para tomar el tren hacia Milán. Desde Turín hay dos opciones: un tren rápido, que toma alrededor de 45 minutos, y un tren normal que toma alrededor de 1:40 horas. Tomamos la segunda opción. ¡Estuvimos a dos minutos de perder el tren!
Al llegar a la estación Central de Milán, guardamos la maleta en un depósito y corrimos a tomar el tren hacia el Lago de Como. Llegamos al lago alrededor de la 1:40 pm.
Lastimosamente, desde el día anterior había entrado un frente frío en la zona y el clima no estuvo a nuestro favor. Tampoco el tiempo, por lo que decidimos no navegar el lago para poder alcanzar a regresar a Milán y poder conocer, al menos, la catedral.
En el lago caminamos alrededor del malecón, tomamos algunas fotos y luego buscamos almuerzo. Lo hicimos en Caffè Alessandro Volta. Recorrimos un poco la ciudad y regresamos a la estación para tomar el tren de regreso a Milán. Para este punto, después de llevar más de 5 días seguidos caminando, cada paso que daba era una especie de tortura… 😥 .
En Milán no hubo mucho por hacer porque no teníamos tiempo, sin embargo pude conocer la catedral (Duomo di Milano) y algo de las galerías de Víctor Manuel. Impresionantes las dos:
El resto del viaje fue tomar un bus al aeropuerto de Bérgamo, a unos 40 minutos de Milán, para tomar el vuelo de regreso a Madrid, en Ryanair. Fue mi primera vez en una low cost europea y la experiencia en general fue positiva. El vuelo salió con unos 30 minutos de retraso, pero eso me dio tiempo de comer antes de tomar el vuelo.
Al llegar a Madrid tuve unas 5 horas para descansar en un hotel cerca del aeropuerto y al otro día tomar el vuelo AV027 de regreso a Colombia.
¡Qué buen viaje fue! Y qué buenos recuerdos me quedan de Turín y de una semana fortaleciendo esos lazos fraternos con mi hermano. Es una gran persona y compartir esos días con él fue toda una experiencia. ¡Gracias por todo!
Piloto Comercial – PTL (actualmente Capitán de A320), ingeniero de sistemas y entusiasta de los viajes, la tecnología y la fotografía. Apasionado por la aviación desde que tiene uso de razón.
Fue Co-fundador de volavi en 2005, proyecto en el que se desempeña como Director General y Administrador de Sistemas.
Excelente Pablo. Muy completo relato y bellas fotos
Gracias Augusto. Un abrazo.