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Ángeles de metal de la FAC que ayudan a Ecuador

El aeropuerto: enlace de vida durante una tragedia
El Embraer Legacy 450 a profundidad

Una tragedia como el reciente terremoto de Ecuador se convierte en el punto de inicio para miles de esfuerzos humanitarios. Personas, objetos, máquinas, conocimiento; todo se pone a trabajar para ayudar al prójimo. La aviación es un eslabón primordial de esa cadena de auxilio y un vuelo humanitario saca los sentimientos, sensaciones y emociones de quienes se ven involucrados. Este es un retrato humano de la aviación en una tragedia.

Entender lo vital que se convierte una aeronave en este tipo de situaciones, es entender que la aviación es el enlace más importante para conectar la ayuda con quienes la requieren. Pero estas máquinas no serían nada sin las personas que las operan.

El amanecer en Bogotá encuentra al personal de la FAC y del Ejército Nacional de Colombia trabajando para acomodar las 23 toneladas de carga que se llevaran a Ecuador. En la plataforma, los tripulantes de la aeronave y equipo de tierra alistan el avión que hará la travesía.

El despegue es el primer paso en la ruta que cruzará el sur de Colombia, pasará sobre Quito, y terminará en el aeropuerto General Eloy Alfaro de Manta. El Boeing KC-767 “Júpiter” aterriza; es uno de muchos otros vuelos. Luego de nuestra llegada, un Alenia C-27J Spartan de la FAP aterriza, y en la plataforma se ve un Lockheed C-130 Hercules de la Fuerza Aérea Argentina que nos ha antecedido. Durante nuestras horas de permanencia en Manta salen y llegan aviones de Brasil, Estados Unidos, Uruguay y Ecuador.

Siguen los saludos y palabras de apoyo a los ecuatorianos que nos reciben. El hangar de la Fuerza Aérea Ecuatoriana acoge un CASA C295 en servicios de mantenimiento, pero también se ha convertido en centro de recepción de ayudas y terminal improvisada de pasajeros. Varios buses arriban con los viajeros, ciudadanos colombianos que irán de regreso a su país gracias a “Júpiter”.

A bordo del avión también llega otro tipo de ayuda: del personal médico y estatal. Médicos y enfermeros de combate pertenecientes al Centro Nacional de Recuperación (CNRP) de la FAC comienzan a evaluar el estado de salud de quienes viajarán. Los heridos son pocos, pero sus lesiones son importantes. La fiebre de un niño, el cansancio de una madre, el estrés por la tragedia; todos son cuadros médicos que este equipo atiende con diligencia.

Personal de la Cancillería de Colombia, junto con miembros de la embajada colombiana en Ecuador, empiezan a tramitar los documentos de cada uno de los pasajeros. Muchos han perdido todas sus pertenencias y se les ha gestionado un nuevo pasaporte, una nueva cédula de identificación; pero nunca han dejado de ser colombianos.

El hangar bulle de actividad. En un lado, militares colombianos y ecuatorianos trabajan juntos para acomodar las ayudas, en otro la fila de pasajeros es atendida para que todos tengan sus documentos en regla. Y atrás, el C295 que sigue recibiendo trabajos. La Fuerza Aérea Ecuatoriana mantiene el alistamiento de sus aeronaves para apoyar todo los esfuerzos.

Llega un Boeing C-17 Globemaster de la USAF y capta la atención de todos. Se estaciona junto a “Júpiter” y ofrece una pequeña distracción para quienes esperan el vuelo. El KC-767 cambia su carga humanitaria por una de otro tipo: las maletas de los pasajeros. Cada una lleva una parte de la vida, de lo que queda luego del terremoto. Muchas son grandes, pero otras más pequeñas dan cuenta de lo poco que quedó para muchos.

Los pasajeros van hacia el avión. La máquina que los llevará de regreso a su país capta su interés y empiezan a tomarse fotos durante la corta caminata, la última por tierras ecuatorianas de muchos colombianos que llevan años y décadas en ese país, que le agradecen, y que ahora saldrán en un avión de la FAC.

Los oficiales y suboficiales colombianos reciben al grupo en la puerta del avión. Las expresiones son variadas y se siente la emoción de muchos al iniciar una nueva etapa con este vuelo. Varios otros quedaron en el hangar: son los familiares que vinieron a despedir a los suyos, colombianos que permanecerán en Ecuador.

El vuelo parte y el cansancio atrapa los cuerpos y las mentes. Poco más de una hora después aterrizamos con la caída de la noche en el aeropuerto Alfonso Bonilla Aragón que sirve a la ciudad de Cali. Aquí somos recibidos por personal de la Secretaría de Salud de Palmira que debe constatar que no llegan virus o enfermedades contagiosas. Nadie puede salir del avión hasta que todo haya sido revisado. Por unos minutos somos extraños en tierra propia. Después desciende un grupo que se quedará en esa zona del país.

Luego, solo 35 minutos de vuelo nos separan de Bogotá. Allí llegamos con la noche, y la llovizna de la capital nos saluda. Mientras los repatriados son atendidos con cobijas, mantas térmicas y paraguas para llevarlos a la zona de acogida, otros se encuentran con sus colegas y se funden en fuertes abrazos que demuestran la relación de familia entre ellos: son los bomberos, policías y personal de rescate que regresa después de haber estado en Ecuador.

El edificio ahora está completamente lleno y el ajetreo es total. Nuevamente, uno por uno, los recién llegados tramitan lo que se convierte en el nuevo comienzo. El vuelo ha terminado, pero solo es el primer paso de una vida que cambia para los que llegaron de regreso a su país. Su futuro es a veces incierto, lleno de retos, pero con uno ya superado gracias al avión de la Fuerza Aérea Colombiana.

La máquina se vuelve un “ángel de metal”, tal y como reza en las pequeñas monedas que los miembros del CNRP de la FAC entregan a cada persona que auxiliaron: “Que esta moneda le recuerde siempre que estamos aquí para ayudarle, esperamos que no nos olvide, que nos tenga en sus oraciones”; esa es la corta e íntima conversación que tienen a modo de despedida estos profesionales de la salud con cada uno de sus pacientes. En medio del ruido del avión, del ajetreo de la situación, este pequeño adiós es una burbuja de paz para unos y otros, y la moneda los conectará para siempre.

Ese “ángel de metal” transporta objetos, personas; pero también sentimientos y sensaciones. Es apenas uno de muchos vuelos humanitarios en Ecuador y las historias son de todos los tipos. Por eso, como un pequeño retrato humano de la aviación en una tragedia, recorremos los sentimientos de quienes están involucrados:

Temor y agradecimiento
Carlos García, colombiano que vivió 10 años en Ecuador, despide a su esposa y su hija: “La sensación es de temor porque nunca se ha viajado en avión, pero de agradecimiento a Colombia por esta ayuda que nos trae sin costo”.

Bondad y alegría
Wilson Alfonso Romero, Técnico Jefe de la FAC y tripulante de “Júpiter”: “Esto ayuda a dimensionar la magnitud de lo que se ve en las noticias. Uno se pone la mano en el corazón y se da cuenta de que esto es más real de lo que se cree. Aquí siento que estoy haciendo algo por la gente”.

Motivación
Wilson Patacón, Cabo del Cuerpo Oficial de Bomberos de Bogotá. Junto a su grupo lograron rescatar a un ciudadano ecuatoriano bajo los escombros y salvar su vida: “Somos una familia, pero el país y la familia propia nos hacen falta, nunca dejamos de recordarlos. No se nos olvida de dónde venimos y hoy regresamos en el avión a ver a nuestras familias”.

Inspiración
Edilsa Rico, una colombiana que lleva 13 años en Ecuador, tiene la tristeza por lo ocurrido, pero la alegría de ver que Colombia no olvida a Ecuador. La situación la inspira para componer una canción: “Qué tristeza tengo en el alma, qué tristeza en el corazón. Qué tristeza por ver la gente pidiendo a mi Dios un perdón. Si la gente se arrepintiera de verdad, de todo corazón, no habría daños en el mundo, viviríamos en amor. Todo esto que está pasando es por la misma mentalidad del hombre que no está pensando”.

Satisfacción
Osman González, Coronel de la FAC y comandante del avión: “Todo lo que viene a bordo es vida, porque con esta alimentación, con estos estos líquidos, podemos apoyar a personas que no han podido tener acceso a ello. La expectativa es muy grande el día anterior, uno se pone contento al participar en este tipo de misiones y esto genera una adrenalina diferente a la que uno siente en los vuelos regulares”.

Tristeza y esperanza
Hernán García Esquivel, escultor y pintor colombiano que estaba en el epicentro del terremoto junto con su Paola Pastrana. Ellos lo dejaron todo para comenzar el proyecto de un libro de “LandAart” o escultura de la naturaleza, pero la tierra se abrió, los árboles cayeron y tuvieron que salir corriendo de donde estaban, perdiendo el material y equipos para trabajar, y perdiéndose cuatro días en el monte. Como pudieron, lograron contactar a la Cancillería colombiana y arribar a Manta: “Esto me hace creer un poco más en las instituciones colombianas, pero también ver que las instituciones no son el nombre, sino las personas”. (Para conocer más sobre el proyecto de Hernán García Esquivel y apoyar la recuperación de su trabajo, de clic en este enlace: ArteTierra-sur LandArt).

Agradecimiento
Héctor Quintanilla, Teniente Piloto de Aviación del Ala de Combate No. 23 de la Fuerza Aérea Ecuatoriana: “El sentimiento que nos da es de agradecimiento profundo al ver cómo se solidarizan países hermanos y amigos. Ver la gente que está siendo repatriada es para nosotros un aliento, porque sabemos que van a estar más cómodos en su país de origen.”

Felicidad por ayudar
Mauricio Aperador, Teniente Médico de la FAC: “Esto es un trabajo en equipo y nosotros lo que queremos hacer es salvar vidas. Eso es lo que estamos haciendo aquí, viviendo también una experiencia fuerte. El choque emocional de las víctimas es mucho y lo que necesitan es una mano amiga, y más cuando viene de un compatriota”.

Emoción
Felipe Castro, personal de manejo aeroportuario en tierra en Manta, quien ha tenido mucho más trabajo del habitual en un aeropuerto que fácilmente ha recibido en un día el mismo número de vuelos que recibe normalmente en una semana: “Recuerdo un vuelo de la FAC en el que se repatriaron cinco cuerpos y una familia ecuatoriana con varios fallecidos, ese fue un vuelo bastante triste, ese día se trabajó más lento, había bastante emoción”.

Caridad y humildad
Damier Güeyes, colombiana que vivía en Ecuador hacía cuatro años con su familia, vivió en Pedernales la tragedia: “Lo que hicimos fue refugiarnos bajo una mesa. Cuando salimos todo era escombros, gente llorando, tuvimos que pasar por encima de las personas. Estábamos prácticamente en pijama con mi hija y mi esposo. Después de ocho días regresamos y el olor era insoportable. Cuando nos dijeron que iban a pagar el vuelo pensamos que era imposible, pensé: ‘mi tierra me está recibiendo’”.

Alimento para el espíritu
Donald Tascón, Brigadier General del Aire de la FAC, Comandante del Comando Aéreo de Transporte Militar de la FAC: “Nuestra vocación es la de servicio, cualquiera que sea la necesidad. Creo que la satisfacción es enorme porque sentimos que somos útiles, que apoyamos personas sin importar su nacionalidad, así que sentimos esa necesidad de desplegarnos hasta allá con todas nuestras capacidades y aportar para aliviar un poco la pena de las personas que han sufrido tanto”.

Solidaridad
Alberto Sepúlveda, Brigadier General del Ejército de Colombia, Comandante de la Brigada de Selva Número 27: “Todo lo que podamos hacer por estas personas, toda la ayuda, el trabajo, quienes podamos venir; serían insuficientes ante tanto dolor y tragedia, pero hay que sumarse al trabajo para reconstruir a Ecuador. Todo lo que podamos hacer desde el Ejército de Colombia para apoyar a nuestros hermanos ecuatorianos, lo estaremos haciendo.”

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