Ubicada al lado de la pista norte del aeropuerto El Dorado de Bogotá se encuentra la localidad de Engativá, una antigua población absorbida por el crecimiento de la ciudad. Cerca de su parque principal está el taller de Humberto Caipa Molina, donde cobran vida modelos a escala de numerosas aeronaves fabricadas con la experiencia de años de darle alas a la madera. Estuvimos con él y aprendimos un poco de su interesante profesión.
En una habitación de la casa se ubica el taller de Humberto, dotado con las herramientas necesarias para la fabricación de sus aeronaves, una profesión en la que ya tiene décadas de experiencia y con la que ha podido conocer la aviación, además de satisfacer a los apasionados de este mundo que desean contar entre su colección con un modelo bien realizado y muchas veces personalizado.
La afición por la aviación de Humberto comenzó cuando era niño, alimentada por la profesión de su padre y abuelo, quienes trabajaron en el medio, y a la cercanía de su casa con el aeropuerto, lo que le permitía ver casi a diario los aviones que despegaban y aterrizaban en épocas donde había menos restricciones que hoy en día.
Darle vida a la madera
A diferencia de otros escalistas que trabajan el balso, Humberto realiza sus modelos con maderas como el marfil o el cedro que, según él, son nobles y fáciles de trabajar. Dependiendo de la parte que se fabrique se usa uno u otro tipo de madera, dando como resultado modelos macizos y pesados.
El proceso comienza con la obtención de los planos de tres vistas de la aeronave que se va a realizar, además de material bibliográfico y fotográfico para reproducir todos los detalles. Estos planos, reproducidos en el mismo tamaño del avión que se construirá, son tomados como base para cortar las maderas en las medidas básicas de ancho, alto y largo. Sobre este boceto se comienza el trabajo de moldeado de las formas de cada avión, una actividad que Humberto realiza tallando pacientemente y “a puro ojo”.
Poco a poco la aeronave va cobrando forma y las demás partes como las alas, el empenaje, los motores o trenes de aterrizaje, también se van fabricando en un proceso que puede tomar una semana, dependiendo de la cantidad de detalles o formas complejas que tenga la el avión, así como del tamaño final del modelo.
Las partes finalizadas pasan por un proceso de enmasillado, luego se pule para dejar una superficie lisa, pasando luego al enmascarado y pintado, donde comienza la etapa que, según Humberto, es la más demorada y compleja: la adición de las calcomanías y pinturas.
Así se termina el modelo que luego es puesto en su base y entregado a los clientes, muchos de ellos empresarios de compañías aéreas y pilotos que quieren tener un recuerdo de los aviones que han volado. “Es muy bonito cuando entrego un modelo y ver la satisfacción, primero del trabajo bueno, y segundo, porque le veo en su rostro todas las experiencias y se pone a contármelas. Veo que le afloro muchísimos recuerdos”, afirma Caipa.
El reconocimiento a un trabajo
Este reconocimiento le permitió conectarse poco a poco con el Museo de Aviación de Cuatro Vientos en Madrid, España, a donde viajará próximamente para trabajar haciendo modelos para la tienda de suvenires y las áreas de exhibición. Incluso, hoy en día un Fokker Dr.I y un P-51 Mustang ya están expuestos allí. Pero, para él, el mejor reconocimiento es ver la satisfacción de quienes reciben un avión bien terminado.
Estas aeronaves pueden ser de hasta un metro de largo, que ha sido el mayor que ha fabricado. El primero, un DC-4 de Satena, lo construyó cuando apenas tenía 11 años. Otro de ellos, un 767 de Avianca, lo elaboró a partir de un tronco de madera y aun lo conserva en su taller. El 727 ha sido el que más ha hecho y los más complejos han sido el Dornier 328 y el helicóptero Black Hawk.
Su legado se transmite: uno de sus aprendices asimila día a día los consejos y experiencias para poder fabricar nuevas aeronaves y su hijo, que también nació con la vena artística, ya ha elaborado algunos aviones y espera que continúe con la actividad.
Humberto Caipa Molina es uno de tantos apasionados a la aviación que ha aprendido a explotar sus habilidades en ella, en un aspecto muy particular. En sus palabras: “todos estamos metidos aquí por una cosa y es la pasión por el aire”.